La gente suele recordar a Freddie Mercury encima de un escenario, vestido de reinona y deleitando con su portentosa voz a las miles de personas que llenaban el Wembley o el Maracaná de turno. El que más y el que menos, también ha escuchado alguna vez las mil y una historias de sus glamurosas fiestas de cumpleaños, con desmadres orgiásticos y hordas de enanos portando bandejas repletas de cocaína.
Sin embargo, muy poco se sabe acerca de los últimos años de vida del artista, y menos todavía de sus últimas horas, unas últimas horas que suponían la campanada final de aquella enfermedad -el SIDA- que le venía consumiendo desde 1987.
Su padecimiento fue celosamente mantenido en secreto durante años. Solamente algunos de sus amigos más cercanos, sus amistades y su novio, Jim Hutton, estuvieron con la estrella de Queen en aquellos terribles momentos.
Severos dolores aquejaban día tras día al bueno de Freddie. Al parecer, el último día que estuvo totalmente consciente fue el sabado 23 de noviembre de 1991. Aquel día, cuando Jim regresó a Garden Lodge, la extravagante mansión que compartía con él, subió a a verlo. Al recostarse al lado de Freddie, este le dijo: "pronto todo el mundo lo sabrá". Se refería a la carta donde anunciaba oficialmente su enfermedad, la cual sería entregada a la prensa internacional a la media noche.
A las 10 de la noche se agitó terriblemente, pidiendo sus medicinas a gritos (cuatro píldoras analgésicas, pues el tratamiento con AZT y otros medicamentos lo había abandonado voluntariamente semanas atrás). Después de dárselas, ambos se quedaron dormidos. Ya de madrugada, Mercury despertó a su pareja para que le llevara algo de fruta. Le preparó rebanadas de mango y un vaso con jugo para combatir la deshidratación crónica que sufría. El líder de Queden comió la fruta y Jim volvió a dormir. Unos minutos después de las 3 de la mañana, Freddie despertó a golpes a Hutton. Abría la boca desesperado, señalando su garganta y su rostro reflejaba pánico. Su acompañante no sabia qué hacer. Pasaron más de 30 minutos, hasta que llegó uno de los asistentes. Ambos trataron de calmarlo, hasta que revisaron la garganta y encontraron que se había atragantado con un pedazo de mango, ya que el pobre estaba tan débil que no podía tragarlo ni escupirlo. Poco después volvió a dormir. A las seis de la mañana, Freddie despertó de nuevo a Huttom, pronunciando las que serían sus últimas palabras: "Pipí, pipí."
La llamada de la muerteJim y uno de los asistentes lo llevaron al baño a pulso, pues no podía tenerse en pie. Cuando lo devolvieron a la cama, se escuchó el espantoso crujido de un hueso rompiéndose. Mercury aulló de dolor y comenzó a convulsionarse. Trataron de calmarlo, pero fue inútil. Llamaron al médico, quien le recetó una inyección de morfina (aunque era alérgico a ella). Este comentó que el paciente moriría probablemente el martes. Mary, la apoderada legal y confidente de Freddie, pasó a verlo por la mañana. Elton John también fue a visitarlo unos momentos. Freddie estaba peor que nunca. No respondía a ningún estimulo externo y sus ojos estaban opacos.
A las siete de la tarde, Freddie recuperó momentáneamente la consciencia y dió a entender que quería ir al baño, sin embargo, se lo hizo encima. Huttom les pidió a todos que salieran para poder mudarle la ropa. Cuando estaba cambiándole los calzones, Freddie hizo ademán de ayudarle, subiendo su pierna izquierda. Ese fue su último esfuerzo. Huttom, al sentir que la pierna perdía fuerza, supo que una de las grandes leyendas del rock mundial había muerto.
Última fotografía de Freddie, tomada semanas antes de morir
Este duro post va dedicado a todos aquellos/as que, a pesar de historias tan tristes como la de Mercury, se toman el SIDA como un juego. Entre otros, los indeseables protagonistas de
esta,
esta y
esta notícia. Ojalá ardan todos en el infierno.
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