Un religioso dijo a una ramera: 'Estás ebria,
atrapada a cada momento en una nueva trampa'
Ella respondió: 'Oh, Señor, yo soy lo que tú dices,
y tú, eres lo que aparentas?'
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Tal olor a vino emanará de mi tumba,
que todo aquel que pase cerca se embriagará.
Tal serenidad rodeará mi tumba,
que los amantes no podrán alejarse de ella.
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Cielo, infierno, esperanzas, temores...
¡Bah! Que traigan de beber. Una cosa es cierta:
que la vida va pasando, y el resto vaciedad es.
La flor marchita nunca florecerá de nuevo.
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El Destino, que con todo termina, acabar puede
con tu alma y la mía. Vaciemos ya las copas
y vamos a tumbarnos en el césped, pues pronto
sobre nuestras cenizas ha de crecer la hierba.
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Una vez encontré en la taberna a un sabio venerable
"¿Qué puedes -le pregunté- decirme
de aquellos que se fueron? " "Bebe -dijo solícito-,
porque muchos marcharon, pero ninguno ha vuelto".
¿Por qué debe inquietarme lo que oculta el futuro?
desgracia persigue al hombre temeroso.
Alégrate, no tomes la vida muy en serio:
las dudas no alteran el curso del destino.
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Confieso que si he entrado, devoto, en la mezquita
no ha sido únicamente para orar,
sino porque cogí hace ya algún tiempo de allí un tapiz hermoso.
El tapiz se hizo viejo ... y he vuelto a la mezquita.
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En primavera suelo pasear por los prados floridos, meditando.
Pero en cuanto me ofrecen una copa de vino,
olvido todo enigma. De no hacerlo sería
mucho menos que un perro.
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Me digo, ¿qué es mejor, si ir a la taberna
y arrepentirme luego, o inclinarme en el templo?
Bebamos, que no quiero saber si tengo amo
ni que ha de ser de mi cuando me echen del mundo.
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La primavera, un arroyo que cruza
un prado en flor, efebos... Beber quiero,
porque a aquellos que beben cuando despuntaba el alba
nada les preocupan iglesias ni mezquitas.
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Los sabios no te enseñarán nada,
pero la caricia de las largas pestañas de una mujer te revelará la felicidad.
No olvides que tus días están contados y que pronto serás la presa de la tierra.
Cómprate vino, llévatelo aparte y luego déjate consolar.
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Me dicen: «¡No bebas más, Khayyam!»
Yo les digo: «Cuando he bebido,
oigo lo que dicen las rosas, los tulipanes y los jazmines.
Digo, incluso, lo que no puede decirme mi bienamada.»
Omar Khayyam (del Rubaiyat)